-Pero, tío porque me cuentas todo esto? Que tiene que ver TU historia con Shedona y con la mafia.
-Fácil es verlo solo que de tan simple se oculta a los ojos…
Acostumbrado a hablar con gente de la noche, poetas y drugdealers, no podía comprender el secreto lenguaje que manejaba Pablo Honey, sus expresiones tan barrocas solo conducían a una charla unidireccional y bizantina.
Como el incesante goteo de una canilla, su discurso lentamente trabajo sobre mi mente hasta que erosionó mis trabas mentales y pude entender el quid de la cuestión.
Shedona era una mujer bella e inteligente –pero no tan inteligente como Pablo Honey había presupuesto- y eso atraía a cualquier ser humano: niño, anciano, joven, mujer. Ese poder y su necesidad de probarlo todo la había conducido por caminos que otros nunca hubieran atravesado o a los que les costaría muchos más que veinticuatro años para llegar.
Es así que Shedona estuvo con un assadin de 40 años con el que experimento más de lo mismo: aunque para los ojos ciegos de ella era otra experiencia y otro saber. Como siempre de esa experiencia no aprendió nada puesto que de ese encuentro quedó prendada a los intereses del espurio grupo que el assadin manejaba. Un grupo vinculado con la trata de blanca pero también con el ocultismo.
Encuentros secretos celebrados en castillos antiguos de la zona de Montmartre, pero también en regiones más australes… La propagación de un poder que solo tenía a la droga, fundamentalmente el Mezcal o la yerba de diablo, como conductores de experiencias proveedoras de poder.
Pablo Honey habló de orgías y de invocaciones. Yo solo paré mis oídos en las orgías… no creía en las invocaciones…
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