lunes, 13 de julio de 2009

Una palabra


Ya no leo “españolizantes” traducciones. Ya no leo. Prefiero vivir… y sinceramente que mala elección he hecho.


Ya no estoy resguardado por la luz del velador y las páginas de un libro.


¿Se nota mi miedo?

Siempre lo supe. El primer día disfruté la intemperie, me gustaba dejarme llevar por la ola: iba con la gente a recitales, bares, muestras y todo tipo de eventos sociales. Aprendí a ser uno más y eso me arruinó. Quise ser normal, quise ser como los otros y eso mató al gorrión encerrado en mi alma.


Debí permanecer en mi celda de libros y nicotina.


Perdido ese refugio fabriqué otros; me oculté detrás de un par de gafas y un bigote: estos solo fueron obstáculos que interpuse al cariño que pude haber recibido.


¿Qué ha sido de mi?


Sólo soy un simio en la cima de una tercera Xanadú, literaria esta vez, y más real que sus antecesoras. Y por supuesto, sin amor, como ellas.


Alguien dijo sobre mi una vez: “modelar era su afición, pero sólo quería un par de bellas piernas que hicieran menos angustiante su soledad”
Nunca creí en mis pensamientos ¿cómo voy a creer en los de otro?


Mi riqueza es mi ruina: estoy lleno de recuerdos que moran en mi como okupas, agriando mi vida cada día un poco más.


Afuera siguen las luces y los colores. Pero aquí, aquí no hay licor que endulce mi corazón y embote mis sentidos.


Este capullo de rosa ya marchito perece bajo una sombra extraña y detestable; perece bajo lo que tanto odió en sus comienzos, cuando el sol ardía en su pecho y el mundo se dejaba escribir.
Este capullo de rosa cree en las palabras y concuerda con Orson Welles: hay en la vida de un hombre una palabra que lo explica todo, una palabra que impacta en él en los días cruciales y que rastrea por doquier a lo largo de su vida… una palabra que nunca escuché… la única que merece la tapa de un diario…
www.blogs.clarin/beodos

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